Antonio Ordóñez
Palabras clave:
Tauromaquia, TorerosResumen
Elegir un solo torero como aquel cuyo modo de lidiar y cuya vida en su conjunto han producido más admiración en ti a lo largo de tus más de setenta años de existencia, no parece en principio una tarea fácil. Sin embargo, en mi caso, esta dificultad no fue tal, porque Antonio Ordóñez reunió dos condiciones que lo presentaban como la figura perfecta: por una parte, existía la causa objetiva de que su trayectoria taurina había suscitado el reconocimiento de toda la afición y toda la
crítica (aunque, como siempre, se dieran las inevitables diferencias, los insoslayables matices), mientras, por la otra, se daba la razón subjetiva de que el genio de su tauromaquia coincidía con mi modo personal de concebir el arte, que podía ser calificado de purista, aquí y en otras manifestaciones, como, por poner un ejemplo, en el flamenco, un mundo conectado desde siempre con los toros.